“Llevo en mi alma un acordeón que canta y sus notas son mi fuerte suspiro, cuando canto música vallenata siento que soy vallenato y guajiro”, un verso de Hernando Marín Lacouture que refleja su amor por Valledupar y La Guajira, su tierra natal.
Nando, como era llamado por su familia,amigos y seguidores, nació en el corregimiento de El Tablazo —San Juan del Cesar, al sur de La Guajira—, donde vivió su infancia y juventud dedicado a la faena del campo, entorno propicio para inspirar buena parte de sus composiciones.
El cinco de septiembre de 1999, fecha nefasta para el folclor vallenato, a los 55 años, cuando viajaba por carreteras del departamento de Sucre, un accidente acabó con la vida de este insigne compositor que le cantó a la desigualdad social, a la lucha de clases, al amor, a las mujeres, y a sus dos amados territorios, La Guajira, en toda su dimensión, y Valledupar, ciudad donde forjó su hogar, nacieron sus hijas menores y vivió hasta sus últimos días.
Nando Marín, ese poeta que recorrió pueblos con su guitarra, ese que quería que el mundo fuera más pequeño para jugar con el sol, juntar el cielo y la tierra y unir las aguas de Dios, fue despedido una tarde triste con honores en su “Valledupar del alma”, en la Plaza Alfonso López, donde una multitud, agitando pañuelos blancos coreaba “Canta conmigo”, tema musical que, en la voz de Diomedes Díaz y el acordeón de Juancho Rois, fue todo un éxito.
Después de varios años, las cenizas del maestro fueron trasladadas a su tierra natal, a su Guajira bella, esa que describió como una dama reclinada que lleva con orgullo en sus entrañas, suriqueza guardada y que por años fue olvidada.
Los homenajes
Hoy, veinticinco años después de su muerte, vallenatos y guajiros se dieron cita en San Juan del Cesar para rendirle sentidos homenajes, confirmando que su legado sigue vivo y que la excelsa obra de Marín perdura a través del tiempo.
El día comenzó con una ofrenda floral en el cementerio de la población y en horas de la tarde, después de una ceremonia religiosa en la Iglesia San Juan Bautista, familiares, amigos compositores, y autoridades civiles, se desplazaron hasta el Museo del Compositor, un sitio donde reposa la historia gráfica de los creadores de canciones vallenatas de la región. En este recinto, el compositor Roberto Calderón, recordó el día que conoció a su compadre. “Ese día arrancamos tipo once de la mañana de San Juan y como a un kilómetro de El Tablazo, había un cultivo, y a lo lejos, se escuchaba el zumbido de un tractor y Joseito me iba diciendo: ¿estás escuchando? ahí vas a conocer a Nando Marín. Nos fuimos acercando, el tractor da la vuelta y allí pude ver al que fue mi mejor amigo, mi mejor mentor, mi mejor compadre. Desde el alambre de la cerca le alzamos la mano y nos hizo una seña que nos encontrábamos más adelante. Al poco rato, lo conocí y le di un abrazo”.
El recorrido entre honores y recuerdos siguió hasta la Casa de la Cultura donde unas trescientas personas colmaron el auditorio para apreciar el tributo de las autoridades, instituciones y agremiaciones a la memoria del cantautor. Allí cantaron sus hijos, Deimer, Juan Pablo, Ana Cecilia, Ana Celis, Ana Tatiana, entre otros que exaltaron las cualidades deHernando Marín como padre y como artista.
Lo que más recuerda Juan Pablo de su progenitores la alegría. “Mi papá era un tipo genial que te llevaba de la risa al llanto en cuestión de minutos, esa capacidad, esa oralidad, esa versatilidad es algo inigualable. Ese gran talento lo heredó de varios de sus ancestros, pero indiscutiblemente de mi abuela que en sus que haceres cantaba y verseaba y mi papá le contestaba”.
Muy puntales a esta cita con la nostalgia, llegaron los amigos del maestro, esos que tuvieron la dicha de compartir con un hombre que vivió alegre, cantando sus canciones, que sentía que su alma llenaba el pensamiento y que en su pecho no había rencor ni desamores, que soñaba que estaba parrandeando y lloraba al despertar, pero sólo por un momento, porque volvía a soñar y en vez de llorar cantaba.
Su gran amigo, colega y compañero musical en el Trío de Oro, Sergio Moya Molina, dice que no recuerda algo especial, que todos los encuentros, toda la presencia de Marín en su vida fue importante. “A partir de su muerte, sentí un vacío inmenso que ha sido imposible de llenar. Soy el único que queda del trío, ojalá haya muchas personas que me quieran tanto como quisieron a Máximo Movil y a Hernando Marín”.
Rafael Manjarrez, otro de sus grandes amigos y colegas, expresó que sus creaciones marcaban un estilo y tenían una impronta especial. “Era un hombre de carácter, pero también muy jocoso y cariñoso, fusionar esas dos cosas no es nada fácil, definitivamente un maestro en todo el sentido de la palabra. Cuando se escucha una canción de Nando, hay que entender que él tenía una sensibilidad especial, se le notaba que del intelecto a la pluma no se le escapaba nada, decía las cosas de una manera minuciosa, clara y contundente. Es difícil encontrar un autor que tenga esas características de nuestro gran Hernando Marín”.
La orden de Santa Cecilia
La hija menor de Nando Marín, Ana Tatiana Marín Corrales, fue la encargada de recibir la Orden Santa Cecilia, reconocimiento que hace la Sociedad de Autores y Compositores SAYCO a los músicos más destacados del pentagrama nacional. En esta ocasión se hizo de manera póstuma al conmemorarse 25 años de la partida del hijo de El Tablazo.
Al hacer entrega de esta máxima distinción, Rafael Manjarrez, presidente de SAYCO, dijo que “al ver a los colegas y amigos, asistiendo con el sentimiento vivo, como si la muerte de Hernando Marín hubiera sido reciente, compruebo que esto es lo que él dejó como amigo, como parrandero, y como hombre de sensibilidad social, un paradigma a seguir”.
La versatilidad de Marín
La obra de Marín se traduce en versatilidad. Sus temas son variados en música como en letras que se pasean entre el amor, el costumbrismo, la protesta, el romanticismo, y la jocosidad. Es así como ‘Lluvia de Verano’, ‘La Dama Guajira’, La Guaireñita’, ‘La Creciente’, ‘Los Maestros’, ‘La Primera Piedra’, ‘Sanjuanerita’, ‘Canta conmigo’, ‘Mis Muchachitas’, ‘Valledupar del alma’, La vecina de Chavita’,‘Bola’e candela’ y muchas más, reflejan su capacidad para hacer composiciones vallenatas en diversos ritmos y temáticas, razón de peso para que permanezcan en el tiempo deleitando a quienes aman el vallenato auténtico, a quienes atesoran esas letras certeras, esas melodías sentidas, que caracterizaban al compositor de “Valledupar del alma”, obra que lo convirtió en Rey de la Canción Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata en 1992.
No hay duda, Hernando José Marín Lacouture, todo un “Vallenato y guajiro”.